Mauricio



La segunda vida de la caña de azúcar



Población

1.261.000

PIB por habitante

10.005 $

Acceso a la electricidad

100%




Dejando las playas de arena blanca y adentrándose en el interior del país, Mauricio ya sólo es un enorme campo de caña de azúcar. Entre junio y diciembre es la temporada de cosecha, como cada año desde la colonización francesa hace 300 años. La actividad en el campo es frenética en esta época: los cortadores de caña empiezan su tarea desde antes del amanecer, aunque ahora tienden a ser sustituidos por máquinas. Las fábricas de azúcar son el escenario de un baile sin fin de camiones que llegan las 24 horas del día, seis días a la semana, para entregar la caña.

En la fábrica Omnicane ubicada en el sur del país, cerca de 8.500 toneladas llegan cada día para extraer el azúcar. Pero eso no es todo. También se produce electricidad gracias a la quema de residuos de la prensa de la caña: el llamado bagazo, una fuente de energía renovable de la cual Mauricio ha sido pionero y que representa ahora el 21% de la electricidad producida por el país.

La industria azucarera se diversificó
y valoriza ahora todos los subproductos
de la caña basándose en la filosofía 'cero basura.


En vista de la historia de las plantaciones de azúcar, verdadera señal de identidad de Mauricio, esta diversificación es una gran novedad. Desde la época colonial, el sector había mantenido el mismo modelo basado exclusivamente en la exportación de azúcar crudo a Europa, con poco valor añadido. “No se daba ningún valor al bagazo, se usaba como compost o como alimento para animales", explica Sunghoon Kripaloo, secretario de la Asociación de pequeños plantadores. Pero tras un acuerdo con el gobierno en 1984, los productores de azúcar se convirtieron en productores de energía para la red nacional utilizando el bagazo, pero también el carbón para que las plantas puedan operar durante todo el año.


A partir del año 2000, esta tendencia se intensificó. El fin del precio garantizado por la Unión Europea exigió una reestructuración del sector para hacer frente a la competencia internacional, en particular la de Brasil: despidos, fusiones y diversificación se convirtieron en palabras clave. “Pasamos de un modelo lineal, con una mono-producción de azúcar solamente, a un modelo circular, en el cual todo se reutiliza”, apunta Rajiv Ramlugon, responsable del desarrollo sostenible en el grupo Omnicane. La ayuda financiera de la UE permitió no sólo mejorar la eficiencia de las plantas de energía, sino que también sirvió para construir refinerías y explotar todos los subproductos, basándose en la filosofía “cero basura”. La melaza (el residuo del jugo de caña después de la extracción del azúcar) se utiliza para la producción de bioetanol. El residuo de este proceso, la vinaza, se puede usar como fertilizante o ser convertido en metano para producir energía. Otro de los proyectos es la combustión, además del bagazo, de la paja dejada en los campos después de cortar la caña.

Los grupos azucareros, ahora sólo cuatro, también invirtieron en el turismo y la construcción. El sector logró salvarse, pero esta diversificación se acompañó paradójicamente de una crisis del modelo energético de Mauricio, tan innovador en su inicio. La proporción de las energías renovables en la electricidad total generada en el país incluso se redujo en seis puntos en los últimos 10 años. La razón: el rápido abandono por parte de los pequeños propietarios de su actividad. Aún 35.000 hace 10 años, los pequeños cultivadores no son más que unos 17.000 hoy en día, y el área cultivada se redujo en un tercio. “El precio del azúcar es tan bajo que ya no es viable”, protesta Sunghoon Kripaloo, secretario de la Asociación de Pequeños plantadores.

La proporción de las energías renovables se
redujo en 6 puntos en 10 años al abandonar
los pequeños plantadores su actividad.


La cosecha de la caña de azúcar está cada vez más automatizada

Campo de caña tras la cosecha, en el sur del país


Desde el sector, se reconoce el problema y se anuncian programas de ayuda para aligerar la carga de los pequeños agricultores. Sin embargo, para estos últimos, estos programas son claramente insuficientes. “Tenemos que revisar todo el sistema de precios para que los plantadores vuelvan al campo y planten de nuevo caña de azúcar. Tiene que haber una mejor distribución de los beneficios”, exige Kripaloo, que indica que los pequeños agricultores reciben actualmente menos de un euro por tonelada de bagazo quemado, 50 veces menos que sus colegas de la vecina isla Reunión. Para él, los grandes azucareros se han convertido en productores de energía interesados principalmente en la producción de electricidad. “El bagazo ya sólo es una excusa para ellos”, dice. Hoy en día, casi el 70% de la energía producida por estas plantas proviene del carbón.

Frente a las limitaciones de bagazo, el Gobierno quiere sembrar Arundo Donax en las tierras abandonadas, una planta que serviría como nuevo combustible para las plantas de energía. “Esta no es la solución”, critica Kripaloo, que recuerda que se trata de una planta invasora. “La caña sigue siendo el futuro, sus aplicaciones son muy variadas y siempre ha sido capaz de resistir a los huracanes.”

A pesar del retraso acumulado por Mauricio, el ministro de Medio Ambiente, Raj Dayal, confirma el objetivo del 35% de energías renovables para 2025. Anuncia para ello otros proyectos basados en la energía marítima, eólica, fotovoltaica e incluso la generación de energía a partir de los residuos domésticos. Pero aún no tiene plan concreto para su puesta en marcha y cuenta con la conferencia COP-21 sobre el cambio climático para cambiar las cosas. “Necesitamos fondos de la comunidad internacional y transferencias de tecnología”, insiste.

Para los grupos ambientales, tales proyectos podrían ser financiados por impuestos sobre el carbón. Una idea simple pero difícil de implementar. “Ellos no quieren disgustar al gran conglomerado del azúcar", se lamenta Yan Hookoomsingh, miembro del Kolektif pou Lenerzi Renouvlab (Colectivo para la energía renovable, en criollo, la lengua local). Esta organización también ha combatido la opacidad de los contratos entre los principales productores privados y el gobierno, que se hicieron finalmente públicos tras las protestas, incluyendo una huelga de hambre. Los ecologistas también tienen planes para crear una cooperativa que gestionaría una red de granjas agrosolares. Pero este deseo de mostrar que es posible producir energía de manera diferente, sin depender del “cártel del azúcar”, también implica competir con este poder que supo reinventarse para mantener el control sobre la economía de Mauricio. Un poder que, por ahora, parece invulnerable.





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